Existe un abismo mas profundo que el guardado por la inmensidad del océano, mas oscuro que el jade, pero igual de preciado, donde de alguna forma nos hacemos autores de nuestros propios refugios y tormentos, podemos embriagar palabras, podríamos encontrarles sentido si el sentido no fuera deshacer algo de la nostalgia y la soledad que nos pesa, que nos seduce momento a momento, a visitar abismos, los nuestros y de vez en cuando los ajenos
Extrañamos poder extrañar, sentimos la incomprensión de nuestro actuar bajo la sencillez de un instante de claridad. Tenemos nombres otros no, mascaras del tiempo, escenas de marionetas con hilos... el aire se impregna de añoranzas y un tanto de melancolía, de aquello que no pudimos, de lo que dejamos ir, de lo que culpamos perdido. Por dentro un universo, independiente, parte a parte monologo de su propia historia, y sin embargo armando un todo, un racimo de canales forjando esto que acusamos vida y nos deja sentir y responder a nuestra conciencia, al estomago, a la nostalgia.
Que sería de uno sin quince minutos de soledad, sin el embrujo del pensamiento robado de las entrañas, consecuencia de lo que falta o se considera tal, de los adioses prematuros y esa parte de uno que se sabe diferente a un amorfo de masa, que pudiendo no ser malo, nos deja muy solos.
Es así que entre abismos y naufragios encontramos pistas del hogar, de aquella tierra donde no seamos ni ajenos ni exiliados...
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